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Cielo

Venerables de la Orden de

la Inmaculada Concepción

La historia de la Orden de la Inmaculada Concepción está escrita por destacadas religiosas que han dejado su huella en nuestra congregación y es a ellas, su esfuerzo, ejemplo y sacrificio, que la obra sembrada por Santa Beatriz de Silva, continua presente 500 años después.

Cielo

Venerable Madre Juana de San Miguel

Madre Juana, presenció todos los acontecimientos que se sucedieron en el seno de la vida de la primitiva comunidad, y por lo mismo participó de muchos momentos de la vida religiosa de Santa Beatriz.

Su nombre era Teresa Díaz de Toledo, que al profesar la Regla adopta el nombre de Juana de San Miguel. Ella fue testigo de la vida de Santa Beatriz de Silva y formó parte de ese primer grupo de doce compañeras que llegaron al convento de Santa Fe en los Palacios de Galiana.

Por ella está firmada la primera y breve noticia de la vida de Santa Beatriz de Silva, conocida por “Hoja Manuscrita”,  “Relación sumaria” o “Noticia biográfica”.

María de Ayala

Madrid (1559-1641). Iniciada su vida religiosa, puso cerrojo a su lengua para que de ella no salieran sino palabras precisas, y de ordinario se limitaba a contestar si o no. Buscaba con interés el trato íntimo con Dios, no con las criaturas.

El fundamento de los fenómenos sobrenaturales  –que no son pocos-, de que está cruzada su vida, se pueden descubrir en la vivencia de oración tensa, en los sufrimientos físico y morales con los que Dios permitió que fuese probada, en su amor intenso a la Eucaristía y Pasión de Cristo y al Misterio de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, en lo cual fue ferviente imitadora de la Santa Madre Beatriz.

Por los años 1636 fue vicaria y es una de las testigos que firma como tal vicaria, en el proceso de canonización de Santa Beatriz de Silva.

También estuvo como abadesa del convento, cargo que para ella fue una nueva cruz, años del oficio abacial en el que disminuyeron los sucesos sobrenaturales.

Inés de San Pablo

Nació en el año de 1563 y probablemente murió en 1605. Tomó los hábitos un 7 de octubre de 1575, con tan solo 12 años. Ella también fue una de las cofundadoras del convento de La Latina en 1573.

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Deseando en su vida agradar y servir mucho a la Santísima Virgen, cuya singular devota fue siempre, tuvo un vehemente impulso de hacer una Cofradía y Hermanada de las religiosas de dicho convento. A los 19 años de su profesión religiosa, vio aprobado su sueño dorado de la Esclavitud Mariana.

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Formaron la primitiva Hermandad de la Esclavitud Mariana algunas almas de gran prestancia moral y espiritual. Entre los primeros nombres aparece el de Sor Inés de San Pablo y el de su hermana carnal, sor María de la Cruz.

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La Esclavitud Mariana es de espiritualidad muy profunda. Es lo que intuyó en el siglo XVI sor Inés de San Pablo.

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María de San Pablo

Nació en Madrid, y acaso en el mes de marzo de 1537. Fueron sus padres don Bernardino de Ugarte, oriundo de Guipúzcoa y doña Isabel de Sarabia, natural de Espinosa de los Monteros (Burgos), ambos pertenecientes a la nobleza española. Su hermana, también religiosa fue Inés de San Pablo.

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Vistió el hábito de la Orden de la Inmaculada Concepción en el año 1567 al ingresar al convento de La Latina y se llamó en adelante Sor María de San Pablo.

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Sumisa en la orientación de sus directores de espíritu, se fue adentrando en el trato y coloquios con Dios, penetró en los misterios fundamentales de la religión, fue comprendiendo el don de la vocación religiosa.

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María de San Pablo plasmó su temor de vida recoleta en el fondo, naturalmente, de la Regla propia de la Orden, que tan puntualmente venía observando en su convento de La Latina. Lo peculiar está en las Constituciones que ordenó, caracterizadas por mayor austeridad en las viandas, restricciones de visitas de seglares y espíritu de ermitaño con tiempo más prolongado de oración.

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Ella fallece el 22 de mayo de 1609 a los 72 años. De ella se habla de ilustraciones divinas y visitas del cielo. De esta continua meditación, entre muchos frutos, le creció la devoción que tenía a los misterios de la vida de Cristo, a su Sagrada Pasión, al Santísimo Sacramento y a la Virgen Nuestra Señora.

 

Su nombre figura en el “Martirologio Franciscano”, como religiosa de relevante santidad. Su cuerpo se conserva incorrupto y con gran veneración por parte de las religiosas.

Venerable María de Jesús
de Ágreda

María de Jesús
Lirio de Puebla

La ciudad de Puebla de los Ángeles, la antigua Tlaxcala (México), fue la cuna de la primera flor de santidad en ese país. Madre María de Jesús, es popularmente conocida como «el lirio de Puebla».

María de Jesús nació el 25 de febrero de 1579. Se cuenta que a los tres años hacía oración mental, y a los cinco la vieron ya arrebatada de éxtasis. A los seis años había leído la vida de San Juan Bautista.

María vistió el hábito religioso en mayo de 1598, a los 19 años de edad. En religión tomó el nombre de Sor María de Jesús.

Llevada de su fervor mariano, fundó entre las monjas la Cofradía del Rosario y años más tarde, la Asociación del Carmen y Dulce Nombre de María.

Lo que había recorrido su niñez y juventud rodeada de luces sobre naturales, de gracias y favores celestiales, continuaron en su vida religiosa experimentando con frecuencia gracias místicas.

Se relatan sus coloquios con la Virgen Inmaculada, con el Ángel Custodio, con los santos de su mayor devoción: San Juan Evangelista, San Francisco, Santa Teresa y Santa Gertrudis.

Como tantas almas santas, tuvo la gracia de saber ocho meses antes de la muerte, qué día se cortaría el hilo de su vida, eso fue el 11 de junio de 1637, a los 58 años.

Resulta muy difícil resumir en unas pocas líneas todo lo que se puede decir sobre esta religiosa y escritora concepcionista, conocida como La Venerable, Sor María o Madre Ágreda, una de las figuras más destacadas de nuestra Orden y considerada una de las figuras místicas más importantes de la iglesia Católica.

Ella nació en Ágreda, Soria en 1602 en el seno de una familia de profundas y piadosas costumbres, propias de la época.

Con solo 25 años fue nombrada abadesa de su convento, cargo que mantuvo toda su vida. En su fuero interno, más que abadesa se consideró como la Vicaria de la Virgen Inmaculada.

La vida de la Venerable, así sin más, como es conocida en su Villa natal, es de las portentosas. Aceptó el cargo por la iluminación que tuvo de la Virgen Inmaculada. Se formó progresivamente en la escuela de María.

Su escrito, la “Mística Ciudad de Dios” es el mejor testimonio. Fue una obra muy divulgada en la cristiandad y alimento espiritual no sólo en multitud de monasterios de monjas, sino también para muchísimos seglares, ansiosos de cultivas la devoción mariana. El texto auténtico se guarda en el convento de Ágreda y consta de siete tomos. Se han hecho multitud de ediciones.

La fama de sus virtudes, de su talento y prudencia traspasó los muros del convento, no solo entre el ámbito religioso, sino también seglar. Llegó a ser consejera del rey de España Don Felipe IV. Las cartas que se cruzaron ambos, hoy forman un voluminoso epistolario.

En su página web, se puede leer muchos aspectos de su vida entre ellas, faceta misionera tiene una perspectiva muy peculiar, que cae dentro del halo de la santidad, su proceso de beatificación y sus obras publicadas.

Sor Custodia María Sacramento

Nació el 17 de junio de 1706. A los 27 años manifestó su decisión de recogerse en el convento de la Concepción de Braga. Solo tenía un impedimento: “no sabía leer y era muy ruda”. Sin embargo a los seis meses aprendió latín tan correctamente como la que más entre las que fueron instruidas con ella y leía con soltura las lecturas de coro.

Amaba el silencio interior y buscaba el trato continuo con Dios, tratando de no perder su divina presencia aún en las labores cotidianas.

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Sor Custodia María gozó de buena salud los primeros años de vida en el convento, sin embargo, las fuerzas corporales de la sierva de Dios se fueron debilitando poco a poco, sin que ello le hiciese perder el horario de la comunidad y levantarse a la misma hora que las demás. Iba al coro, oía misa y comulgaba, pero no rezaba los matinés. Finalmente murió el 22 de junio de 1739, con 33 años de edad.

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Su vida se caracterizó por ser muy sencilla y oculta; sin embargo lo asombroso sobrevino después de su muerte.

La fama de santidad se extendió con rapidez. Se hablaba mucho de gracias y favores alcanzados por intercesión de la sierva de Dios. La madre María Benita recuenta hasta el año 1764 cincuenta casos prodigiosos, de los cuales se dice, diecinueve están autenticados.

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En 1772 se empezó a dar los primeros pasos para su beatificación.  La vida de la sierva de Dios sigue siendo preciosa y un estímulo para cuantos la conocen. Se sigue trabajando para que su nombre quede inscrito en el Catálogo de los Santos.

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María Rosa de
San Antonio

Nació sor María Rosa en el seno de unos humildes padres labradores en Sombreffe, provincia de Namur (Bélgica). Ingresó al convento de Nivelles donde aprendió las primeras letras. Vivió el clima de la Revolución Francesa y su entorno era de  amenazas, guerra y fragor de cañones.

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Durante siete años cultiva las virtudes de la fe en un ambiente amenazador. Hacía las labores como las demás, coser, barrer, trabajar, orar y conocer  cada día y con mayor profundidad a Dios.

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Un “3 de octubre de 1796 – escribe sor Rosa en sus apuntes – los Recoletos de Nivelles fueron echados de su convento”. Los años posteriores fue un abrir y cerrar sus puertas. En un principio la comunidad concepcionista fue respeta por su pobreza, austeridad y atención a la enseñanza de niñas. Pero el 20 de enero de 1797, son expulsadas de forma definitiva del monasterio.

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Difícil es describir el rosario de vicisitudes que vivió sor María Rosa, producto del clima antirreligioso que se vivía en Francia por esos años, producto de los que ella en particular, sufrió pobreza extrema, soledad, la dispersión de su comunidad religiosa, penurias económicas, incluyendo el engaño que casi le llevo a la expropiación de su convento y muchos más sufrimientos, que lejos de hacerla claudicar en fe, se aferró más ella, manteniendo la esperanza y su espíritu de lucha por mantenerse en la vida contemplativa.

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“Con la gracia de Dios –escribió- yo seguiré fiel a las prescripciones de mi Regla. Mi supremo anhelo es vivir y morir en Concepcionista”.

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La vida le permitió ver la restauración de su convento, luego de 40 años de lucha constante. En 1859, llegó a recuperar la doble integridad monástica, con un plantel espléndido de vocaciones y la unificación de todo el inmueble que antes le había sido arrebatado. Murió el 17 de julio de 1860, a los 93 años de edad.

Madre Patrocinio de las Llagas

María Dolores Patrocinio, conocida como la Sierva de Dios, nació el 27 de abril de 1811 en San Clemente (Cuenca).  Ingresó como religiosa concepcionista franciscana en Madrid, a los dieciocho años, el 19 de enero de 1829, en el convento del Caballero de Gracia.

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La Madre Patrocinio tuvo el mérito de ser en el siglo XIX, fundadora y reformadora de 24 monasterios de Concepcionistas Franciscanas entre España y Francia y fue madre de muchas hijas: más de 400 monjas profesaron con ella.

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Francia fue su segunda patria al vivir en el exilio y resguardarse de los peligrosos episodios de violencia y amenazas que se vivían, producto de la crisis política y social, que tenían lugar en la España de entonces.

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Sin embargo los vientos de guerra también llegaron a Madre Patrocinio en tierras galas y tocó huir de Bonneuil, donde se encontraba ella y un grupo de monjas y trasladarse a Paris.

Pese a ello, no estuvo exenta de esos conflictos. Fue secuestrada, encarcelada, torturada física y psicológicamente, procesada y condenada al destierro y el exilio. Fue inclusive víctima de atentados.

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A lo largo de su vida fue favorecida con especiales carismas, entre ellos, la bilocación, la profesión y apariciones de Jesús y la Virgen. Al mismo tiempo estuvo marcada por el doloroso calvario de una obstinada persecución, que duró más de sesenta años.

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La Madre Patrocinio aunaba en su persona dos cuestiones de naturaleza extraordinaria: vidente de singulares apariciones, reconocidas por la iglesia y llevaba en su cuerpo los estigmas del Señor.

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Volvió a España en 1877 y fallece en 1891, a la edad de 80 años en el monasterio de Guadalajara, por ella fundado. 

María Teresa de Jesús Romero

Nació en Cabeza de Buey (Badajoz), el 9 de octubre de 1861 en el seno de una familia de la nobleza española y en un ambiente eminentemente piadoso. Fue bautizada con el nombre de Jacinta.

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Desde pequeña manifestó su deseo de ser religiosa, sintiendo la llamada de la vida contemplativa. Es así como decidió ingresar en la comunidad de Hinojosa de Duque, el 15 de octubre de 1879. En enero de 1890 vestía el hábito con el nombre de sor María Teresa de Jesús. 

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Fue abadesa de en su monasterio de Hinojosa con 28 años. Se sabe que su gestión fue muy fructífera. Dejó un recuerdo imborrable de su corto pero eficaz gobierno. A los pocos días se dispuso a tener el primer capítulo conventual.

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«Dios, mi conciencia, mi Regla y mi comunidad».

Lema de sor María Teresa de Jesús Romero.

 

Caminaba por el camino trillado de las cosas ordinarias, en mi pequeñas, pero practicándolas de una manera grande por la constancia y pura intención de agradar a Dios.

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Por la enfermedad que le aquejaba, la sierva de Dios, sintió el fin de su vida. El 12 de mayo de 1910, falleció Madre María Teresa de Jesús, a los 48 años de edad. El clamor popular dijo por aquella época: Ha muerto una santa.

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El proceso de beatificación y canonización de Madre Teresa se abrió el 21 de julio de 1921.

María de los Ángeles Sorazu

Escritora y mística concepcionista. Nació en Zumaya (Guipúzcua) el 22 de febrero de 1873 y fue bautizada con el nombre de Florencia, el cual cambió por sor María de los Ángeles al vestir el hábito en septiembre de 1891cuando ingresó en el convento de La Concepción de Valladolid.

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Su vida estuvo marcada por la humildad y la obediencia. Los especializados en las ciencias ascético-místicas, hacen sinceros elogios de la doctrina contenida en las obras de la sierva de Dios. La profundidad de sus escritos la consideran una de las mayores místicas de España.

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Su cohermano de religión padre Eusebio Hernández, considera que ella merece formar con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, “el trío de los místicos descriptivos que ha dado a la iglesia, España.

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Contaba con 31 años de edad cuando fue elegida por unanimidad abadesa del convento, cargo que mantuvo hasta su muerte en 1921, cuando contaba con 48 años de edad.

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Los que la conocieron y las religiosas que convivieron con ella, valoran lo exquisito de su prudencia, lo beneficioso de su maternal gobierno, el celo por la observancia, su lenguaje cercano, adaptado a la capacidad de sus monjas, con trascendencias de cielo, que se cansaban de escuchar.

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Las obras escritas por sor María de los Ángeles Soraz, están salpicados de sabrosos conceptos que manifiestan amor encendido a la Madre de Dios.

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A sor María de los Ángeles Soraz se le atribuyen las siguientes publicaciones:

Mi historia o Autobiografía.

La vida espiritual.

Opúsculos Marianos.

Exposición de varios pasajes de las Sagradas Escrituras.

Acto de consagración a María Inmaculada.

Correspondencia entre santos.

Cinco episodios del Cantar de los Cantares.

Mariana de Jesús Torres

La Madre Mariana de Jesús, nació en la segunda mitad del siglo XVI en un pueblo de Bizkaia (España). Conozcamos más sobre ella y su relación con María.

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Mariana de Jesús siendo niña tuvo que viajar a Santiago de Compostela con su familia, y allí entró en contacto con un monasterio de religiosas concepcionistas, una de ellas, la abadesa, tía materna suya. A la edad de 13 años viajó a América como aspirante de novicia con un grupo de seis religiosas del Monasterio que, bajo la dirección de su tía, la Madre María de Jesús Taboada, tenían la misión de fundar un Monasterio en Quito, Ecuador, que era aún colonia española.

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El día 2 de febrero de 1594, la madre Mariana Torres hacía su habitual oración de media noche en el coro alto, frente al altar mayor, cuando repentinamente vio apagarse la llama que ardía frente al Santísimo, dejando la capilla en completa obscuridad; cuando de pronto una dulce Voz la llamó por su nombre y una Bella Señora se apareció frente a ella. Una aureola de luz celestial la rodeaba con esplendor; estaba vestida con la saya blanca y el capuchón azul del hábito de la congregación; sostenía en Su Mano izquierda al Niño Dios, de celestial hermosura; en la otra Mano llevaba un báculo de oro bruñido y esmaltado de piedras preciosas; lo que significaba que Ella gobernaría como abadesa esa Santa Casa. "Soy María del Buen Suceso, Reina de los Cielos y de la Tierra"… Le dijo la Madre de Dios…

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A esta hija de Santa Beatriz de Silva le fue desvendado el futuro como a pocas almas privilegiadas. Y las revelaciones que le fueron confiadas, particularmente las que tienen relación con nuestros días, impresionan por la precisión, riqueza de detalles y semejanza con las de Fátima. Nuestra Madre Santísima hace a su hija dilecta esta terrible declaración:


“Tiempos funestos sobrevendrán, en los cuales... aquellos que deberían defender en justicia los derechos de la Iglesia, sin temor servil ni respeto humano, darán la mano a los enemigos de la Iglesia para hacer lo que éstos quieran."
"Cuando todo parezca perdido, será el inicio del triunfo de María".

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Como en Fátima, después de la previsión de catástrofes para la Iglesia y la civilización cristiana, da la previsión de una espléndida victoria.

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Así, al tratar de la propagación de las herejías en los siglos XIX y XX, María del Buen Suceso revela a la madre Mariana de Jesús Torres: "Ora con instancia, clama sin cansarte y llora con lágrimas amargas en el secreto de tu corazón, pidiendo a nuestro Padre Celestial, que por el amor al Corazón Eucarístico de mi Hijo Santísimo ponga cuanto antes fin a tan aciagos tiempos".

 

La Madre Mariana llevó una vida llena de sufrimiento y mortificación. Tres veces fue elegida superiora, y durante su gobierno se desató una persecución por parte de las religiosas menos observantes contra ella, que incluso la llevó presa a la cárcel del monasterio, y soportó esta situación tan injusta con tanta mansedumbre y humildad que consiguió ablandar a las más reacias, y restablecer la paz entre ellas.

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Falleció con fama de santidad el 16 de enero de 1635. La causa de canonización dio comienzo el 8 de agosto de 1986.

Sor María Ana Alberdi

Nació en Azcoitia (Guipúzcoa), el día 3 de mayo de 1912. Quedó huérfana con 7 años siendo acogida por unos tíos, que le procuraron una exquisita educación en un ambiente de amor y rectitud que influyó en ella toda su vida. A los 19 años ingresó en el Monasterio de “La Latina” de Madrid, el 1 de octubre de 1931, acompañada de su amiga, Sor Mª Margarita Arrieta. Era una joven de “esbelta figura”, con mirada limpia, que siempre conservó hasta el final de su larga y dilatada vida.

 

Después de sus diferentes etapas formativas, hace su Profesión Solemne el 4 de mayo de 1936, teniendo que abandonar el Monasterio con las demás religiosas a los pocos meses, 18 y 19 de julio de 1936, obligadas por el estallido de la guerra civil. Pasado el conflicto bélico y una vez se pudo restablecer la vida común en el Monasterio, comenzará la etapa definitiva en la que la Madre Mª Ana forjará una vida de virtud cristiana, capaz de llevarla a esa vida de perfección que constataron todas cuantas personas tuvieron trato con ella, dentro de su propio Monasterio, monjas de otros Conventos y personas que la trataron por diferentes razones.

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Desde muy joven se la confiaron cargos de máxima responsabilidad en el Monasterio y en la Orden, como es el caso de Maestra de Novicias, y Abadesa un poco más tarde, estando al frente del Monasterio durante 34 años. De carácter alegre abierto y firme, supo ir afianzando virtudes tan básicas que no siempre se encuentran en las personas a pesar de ello. La humildad, el espíritu de oración y de caridad, fueron motor de su vida para poder llevar adelante, de una forma abnegada y con gran sabiduría, todo el trabajo que a favor de la Orden tendría que afrontar. Pues, además de ser abadesa de su Monasterio, fue elegida durante 18 años, presidenta de la Federación de Castilla de la Orden Concepcionista.

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Su profunda vida espiritual fue madurando con el paso del tiempo, de forma que en los últimos años de su vida vivió una íntima unión con la Santísima Trinidad de la mano de la Virgen Inmaculada. Pasaba las mañanas en adoración al Santísimo siendo admiración de todas sus hermanas por la unción y el respeto con que se entregaba a la oración por la Iglesia, por todos los problemas humanos que conocía, por su Comunidad, por la Orden..., todo lo llevaba ante Jesús con el interés que siempre mostró por las personas y sus problemas.

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En su penosa enfermedad admiró a cuantos la trataron, tanto por su delicadeza y bondad como por no quejarse nunca de nada. En los momentos más difíciles llamaba a la Virgen para que la enseñara a amar, y a Jesús le decía: “enséñame que quieres de mi”. Así vivió de forma heroica su última enfermedad, de junio a noviembre de 1998, en la que dio testimonio de su unión con Cristo sufriente en la Cruz. Muriendo el 27 de noviembre de 1998.

Sor Dulce Nombre 
(Reglita)

Huérfana de padre y madre a los diez años, se cobijó bajo la protección de su tío D. Francisco, y se acogió a la sombra del convento de Hinojosa, donde vivía su tía, Madre Teresa Romero, quien la puso bajo el manto de la Virgen.

 

Entró en el convento, primero como educanda. Deseo de su madre Francisca había sido siempre que su hija fuera religiosa. Aprendió a orar y a llevar una vida ordenada y provechosa.

 

Destacó por sus virtudes, por su obediencia y su pobreza, no queriendo ser y tener más que otras hermanas. Era compasiva y caritativa. Su deseo era pasar largos ratos en el coro, en la presencia del Señor. Sentía una gran devoción a nuestra Madre Inmaculada, en quien encontraba su consuelo.

 

Toma el hábito el de 2 de Julio de 1900, fiesta entonces de la Visitación, y recibe el nombre de Sor Dulce Nombre. Durante el noviciado se fue ejercitando en la práctica de las virtudes en la vida contemplativa.

 

Antes de su profesión, cuya fecha estaba prevista para la fiesta de la Asunción de la Virgen, cayó enferma de gravedad. Durante la misa del 11 de Febrero de 1901, en el coro, cayó desplomada. En un momento de despejo emitió sus votos religiosos y murió frente al Sagrario.

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Sor Filomena Mª Del Patrocinio

María Romana Bustamante Risel nace en Trujillo (Cáceres), el 18 de octubre de 1825. Es la tercera y única niña de los cuatro hijos que tuvieron los Marqueses de S. Antonio y Condes de Saldaña.

 

Muere su madre cuando solo tenía tres años y su padre dedicado a la administración de la hacienda familiar la deja al cuidado de sus cuñadas religiosas en el convento de S. Francisco el Real de Trujillo de Terciarias Franciscanas.

 

Acogida con gran cariño por la comunidad, recibe allí toda su educación. Varios hechos dramáticos durante su infancia la hacen conocer cara a cara el sufrimiento: el maltrato sufrido a manos de una pisadera en el convento, la crueldad y el engaño del ama de casa paterna al salir para restablecerse de sus heridas y el destierro de toda la comunidad de Trujillo a Plasencia por los sucesos anticlericales en torno a 1836.

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Ya en el convento de S. Ildefonso de Plasencia, María, con 15 años se consagra al Señor con votos privados, lleva una vida de oración y de rigurosas penitencias a pesar de su débil salud. Recibe luces y conocimientos especiales de Dios .

 

Toma el hábito el 2 de abril de 1850 con el nombre de Sor Filomena Mª del Patrocinio. Vuelve la comunidad a Trujillo , al convento de S. Pedro y allí profesa el 11 de mayo de 1851. En 1865 es elegida abadesa.

 

Durante su vida padece extrañas enfermedades que la llevan casi al borde la muerte y que los médicos no pueden identificar. Pero más misteriosas aún serán las recuperaciones. Para ella son momentos intensos de unión a Cristo Crucificado, de diálogo e inspiración.

 

A sus 70 años, Madre Filomena junto con 5 religiosas más salen de Trujillo hacia una fundación en fuente de Maestre (Badajoz). En medio de una grave enfermedad recibe la llamada o inspiración de abrazar la Orden de la Inmaculada Concepción. La nueva fundación pasa de terciarias franciscanas claustrales a concepcionistas el 8 de diciembre de 1896.

 

En sus años de abadesa fue consultada por cardenales, obispos y sacerdotes. Su vida fue un continuo sacrifico por la gloria de Dios. Falleció el 22 de noviembre de 1913 con fama de santidad.

Juana Angélica 
De Jesús

Nació en el Salvador, capital de Bahía el año1762, hija del capitán José Tavares de Almeida y de Catalina María de Silva, persona de la buena sociedad de entonces.

 

De fina estirpe y educación esmerada, los atractivos de su alma se sublimaron con la bondad y la virtud y, según tradición, se manifestó siempre como de ánimo fuerte y resolución varonil.

 

En el claustro fue un alma de las que alcanzaron temple de virtud sólida y probada, en el silencioso quehacer diario hasta abrazar el sacrificio martirial. De fortaleza de ánimo y de firmes resoluciones, hicieron de ella una religiosa reflexiva, prudente y constante en el cumplimiento del deber, tanto en su condición de súbita como de abadesa.

 

Cuando tenía que tomar decisiones frecuentaba el coro y desgranaba las cuentas del rosario pidiendo luz para acertar en las resoluciones que tenía que tomar.

 

Cuando a principios del siglo XIX en Brasil comenzaron los conflictos bélicos, la abadesa del monasterio de La Concepción, de La Lapa era la Madre Juana Angélica de Jesús.

 

Los soldados se presentaron en el monasterio entraron derribando las puertas. La madre Juana Angélica de Jesús se enfrenta a ellos con firmeza y decisión, sin más armas que su hábito azul y blanco y el rosario en las manos. Un soldado se abalanza sobre ella y le atraviesa el pecho con la fría hoja de una bayoneta. Cae desplomada con los brazos cruzados como abrazando felizmente su martirio. Gracias a ella, las demás hermanas pudieron salir a tiempo del convento y buscar refugio. Éste fue su sacrificio martirial por Cristo y por la Iglesia.

 "La Inmaculada Concepción se manifiesta como fuerza viva
en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia
suscitando una Orden contemplativa". 

Homilía de Pablo VI en la canonización de Santa Beatriz
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